Marzo 2013
POSESIÓN INFERNAL 2013
Fede Álvarez, no lo tiene nada fácil con Posesión Infernal (2013), su primer largometraje, ya que se estrena como director haciendo un remake de una obra muy querida y venerada por legiones de fans. Y más teniendo en cuenta el recelo inicial que suscita el constante recurso de Hollywood de producir revisiones de los clásicos. Seguramente, más que por falta de ideas, se deba al cebo que supone para varias generaciones que han crecido con las películas de los 70 y 80, ya que sólo por la nostalgia muchos están dispuestos a visionar dichos remakes. Este director uruguayo consiguió atraer la atención de cineastas estadounidenses en el 2009, con su corto Ataque de pánico que arrasó en youtube al poco de colgarlo.
Evil Dead 2013 posee las mismas virtudes y defectos que muchos remakes: más presupuesto y más medios pero carece de ese encanto, donde se iba creando una atmósfera inquietante que lograba hacerte olvidar que estabas en una butaca y te trasladaba a un reino de pesadillas. De todos modos hay que romper una lanza a favor de las “revisiones”, ya que siempre aporta ver antiguas obras bajo otro prisma, para contemplar la evolución del género.
Fede Álvarez demuestra su habilidad con una excelente realización, un cuento de terror que supone un chute de adrenalina y escalofrío para el espectador. No abusa del manido efecto de “susto por sobresalto” con imágenes y ruidos repentinos, sino que se esfuerza por conseguir escenas realmente impactantes de las cuales estaría orgulloso el propio Sam Raimi (no en vano tanto Raimi como Campbell participan como productores en el remake). Aunque Posesión Infernal 2013 no aporta gran cosa frente a la original y no destaca como algo notable dentro del género, cumple de sobras con su propósito: hacer pasar un buen rato y meter miedo en el cuerpo.
También hay que tener en cuenta que ya no es tan fácil innovar como en los 70 y los 80, décadas en las que el desarrollo de los efectos especiales artesanales iba a la par que la aparición de jóvenes cineastas que luchaban contra viento y marea por llevar a cabo sus proyectos. El mérito de la original fue llevar al espectador a terrenos que no se habían pisado antes, Raimi y su cuadrilla fueron pioneros y marcaron una época de descubrimiento. Su fuerza no residía en un guión brillante o unos personajes muy elaborados, sino en el talento para saber explotar como nadie esos terrores atávicos, que Lovecraft supo vislumbrar en sus relatos. Escritos sobre pesadillas primigenias, que existían mucho antes del ser humano, y que se nos revelan a través del inconsciente, en una especie de memoria genética, despertada por hábiles manos.
Posesión Infernal (Evil Dead, 1981) ha pasado a la historia como uno de los iconos del género, sus planos subjetivos de espíritus arrasando por el bosque, su “libro de los muertos” o la cabaña destartalada, han sido homenajeados mil veces en pósters, cómics y numerosos filmes (uno de los últimos homenajes se vio claramente en Cabin in the Woods, todo un tributo al cine de terror). Su director Sam Raimi, pasó de hacer filmes sin dinero apenas junto a su amigo de toda la vida, Bruce Campbell, a engrosar las listas de los principales directores estadounidenses con taquillazos como Spiderman (2002). Raimi, aunque haya pasado con los años de un cine de corte fantástico a otro más mainstream, en general se ha mantenido como un cineasta bastante competente.
Como curiosidad comentar que ya existe un remake de Posesión Infernal, realizado por el propio Raimi, Evil Dead II, de 1987 (titulado en España como Terroríficamente Muertos) con más medios (la primera se hizo con un presupuesto ínfimo para lo que suele costar un largometraje y sin apenas equipo de rodaje) y donde el terror iba evolucionando al humor negro. El personaje de Ash, interpretado por Bruce Campbell, adquiría un mayor carisma como héroe y daba buena cuenta de los poseídos por el Necronomicón a golpe de rifle y su customizada motosierra. En 1992 llegó la siguiente parte, El ejército de las tinieblas, donde perdió toda su esencia, más que humor negro el protagonista se asemeja a Jim Carrey con toda suerte de histrionismos y situaciones disparatadas, realizada con evidente intención de parodia y autochiste, pero abusando del tono cómico.